domingo, 31 de mayo de 2009

En referencia a los gritos durante el himno en la Final de la Copa del Rey.

Por: Eduardo Torrico 
Hace tiempo que vengo diciendo que quiero que los únicos ministros que haya en el Gobierno de España sean hombres, blancos y heterosexuales. ¿Por qué? Porque es la única forma de poder criticar su gestión sin peligro a que te tilden de machista, de racista o de homóbofo. Desde ayer, además, quiero que el próximo rey de España sea negro. ¿Por qué? Pues porque creo que es la única manera de evitar que se repitan sucesos tan lamentables como los de Mestalla. La dictadura de lo políticamente correcto nos ha conducido de forma irremisible al esperpento: en un partido de fútbol chillar a un jugador negro puedo suponer la pérdida de dicho partido y/o la clausura del estadio donde se juega. Pero chillar al primero de los españoles y berrear durante la interpretación del himno nacional es, al parecer, un sano ejercicio de libertad de expresión. ¡A ver si chillando a un rey negro alguien llega a la conclusión de que hay connotaciones racistas y decide tomar medidas de una puñetera vez! 
  
Estoy indignado no tanto por el aquelarre separatista de anoche en Mestalla como por las manifestaciones de un imbécil al que han convertido en portavoz oficial de la Federación Española de Fútbol. Entrevistaba a este imbécil el pasado martes José Antonio Abellán en la COPEy le preguntaba por si se habían tomado medidas para evitar los insultos al Rey y los berridos al himno nacional. Y decía el imbécil que no, que cada uno es muy libre de expresarse como crea conveniente. Por eso, cuando vuelta a haber insultos a un jugador negro en un campo de fútbol español, espero que salga este imbécil (repito, portavoz oficial de la Federación Española de Fútbol) y diga que cada uno es muy libre de expresarse como crea conveniente. 
Soy español. Y no sólo soy español, sino que me siento más español que nadie. Pero a veces me da vergüenza ser español. Anoche fue una de esas veces. Todo el mundo es muy libre de expresarse como crea conveniente, siempre y cuando, claro, sea contra España. Si alguien se le ocurre decir algo contra alguno de los símbolos del nacionalismo catalán o del nacionalismo vasco, ¡qué Dios nos pille confesados! Sin embargo, injuriar al Rey, a la bandera o al himno nacional (delitos todos ellos tipificados en la propia Constitución ) es, repito, un sano ejercicio de libertad de expresión. 
Siento envidia de los franceses. El pasado 15 de octubre, Francia disputó un partido amistoso con Túnez en el Stade de France. Miles de los seguidores tunecinos que acudieron al estadio se dedicaron a silbar durante la interpretación de La Marsellesa, el himno nacional francés. La reacción del primer ministro galo, François Fillon, no se hizo esperar: a partir de ese momento, cada vez que se silbe el himno nacional, se suspenderá automáticamente el partido, por constituir una falta de respeto y de consideración a toda la nación. 
Pero, ya se sabe, los franceses tienen mucho que aprender de los españoles. Los franceses no saben qué es eso de "libertad, fraternidad e igualdad", ni tienen una larga tradición democrática como tenemos los españoles. Además, en aquel país no están acostumbrados a vivir con gente de otras razas ni de otras religiones ni de otras culturas. Por eso son tan intolerantes y se cabrean tanto cuando alguien abuchea a su himno nacional. Nosotros, los españoles, sí que les podemos dar por suerte lecciones de tolerancia y de libertad de expresión. Y de paso, igual les podemos traspasar a alguno de los muchos imbéciles que nos sobran por arrobas. 
 

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